viernes, 11 de agosto de 2017

De dragonas y heroínas

Hoy, esta noche, cuando las estrellas eran todavía dueñas de la bóveda celeste,  se ha despertado con el rugido de la dragona. No se asusta, ya no, cuando siente sus uñas desgarrarla desde dentro. Ha aprendido que la dragona es parte de ella, aunque a veces parezca que se haya ido, aunque a veces permanezca dormida: ha aprendido que sus zarpas son sanadoras, aunque nada delicadas.

Se ha despertado entre los restos de la operación, y ha pensado que quizás el rugido significaba que la cirujana exigía la limpieza del quirófano. Dando tumbos ha ido a por el cáliz – ¡copa de vida! – que deberá contener sus entrañas hasta que sea el momento, casi como las antiguas ofrendas a la tierra para hacerla revivir, en que deba volcar su contenido. Algo más lúcida, se ha tomado una droga para apaciguar a la bestia, que continúa devorándola, ha recogido como ha podido la escabechina nocturna y se ha vuelto a acostar.

Ha dado varias vueltas, enroscándose en sus sábanas, pero el sueño no ha vuelto. Está tiritando. “Claro” ha pensado “soy una dragona, soy de sangre fría”. “Poiquiloterma” se ha corregido, recordando los terribles manuales de biología de su adolescencia. Ha pasado varios minutos mirando la pared, concentrada en esa manchita que parece un globo aerostático, o un perro, o una lupa sin el mango, o…

“¿Por qué vuelves?” le ha preguntado al reptil.

El silencio la abraza, apretándola contra las mantas. Imágenes de un viejo cuento desfilan ante ella, la manchita va adquiriendo la macabra forma de una manzana. Piensa entonces que quizás no sea la historia de un desafortunado pecado, sino de la primera mentira. Se imagina a Adán, víctima de la curiosidad que desprende lo prohibido, tomando una de las manzanas. Se lo imagina tendiéndole una a Eva, como si no tuviera importancia, despreciando su mirada temerosa de lo prohibido, “no te angusties, tonta, pruébala”. Se imagina a Eva cogiendo la manzana, temblando su mano, porque no quiere que Adán crea que es tonta. Imagina entonces al Dios Padre interrogándolos y a Adán, avergonzado – pues ya conocía la vergüenza, diciendo “Eva me tentó, padre”. Eva, que ya ha abierto la boca dispuesta a defenderse, ve el miedo en los ojos de Adán, que sabe que ha sido débil, y calla. “Eva me tentó” sigue él, envalentonado “siguiendo los consejos de la serpiente”. Y Dios, que creó a Adán para que este a su vez pudiera re-crearlo a su imagen y semejanza, creyó en la palabra del hombre y fusionó a la mujer con el reptil, que desde entonces la devora por dentro, convirtiendo a las Evas en Prometeos desencadenados, calladas siempre ante los miedos y vergüenzas de los Adanes.

Con el fin de la historia ha vuelto la calma. Cuál es la verdad, poco le importa; son cuentos antiguos, desgastados por el uso y el tiempo. Otro pensamiento ocupa su mente mientras atraviesa la frontera de lo consciente, y es que está convencida de que a Wonder Woman también la despierta su dragona.