¿En cuántos pedazos puede romperse un corazón? ¿Cuántas piezas lo componen? ¿Cuántas necesita realmente para seguir funcionando?
Un corazón hecho de remiendos, de engranajes perdidos y encontrados, tantas veces separados y recompuestos. El androide mira su carcasa abierta, una tuerca a punto de caer, una válvula a punto de explotar. Acerca la mano, podría acabar con el peligro con un sencillo gesto, extirpar la amenaza, sustituir la pieza. Pero un mal (o demasiado buen) programador ha omitido la línea de código destinada a impedir la destrucción de la máquina. La válvula humea en su lucha contra sus hados; la tuerca resiste, protegiendo el ecosistema que la acoge.
Mientras la cuenta atrás hacia su propia destrucción se acelera, el procesador emplea cada pequeño bit de memoria en valorar los riesgos de la operación. Nadie sabe si, con la válvula extirpada, el corazón seguirá siendo suficiente. Nadie sabe si, conservándola, la explosión causará más daños que los que sufra el propio autómata.
Planos y planos del mecanismo, extraídos mediante autoexploración, ocupan sus capacidades. Planos y planos en busca de una solución. ¿En cuántos pedazos puede romperse un corazón? ¿Cuántas piezas puede arrancar sin riesgo? ¿Cuántas puede sustituir? ¿Cuánto quedará del corazón original...?