- Cariño, tenemos que hablar.
- ¿Hablar? ¿De qué?
- No te hagas la tonta conmigo. Sé lo de tu excursión del primer día al cementerio.
- No sé de qué...
- Y mira que te he dicho que no te hagas la tonta. No te preocupes y cuéntamelo todo, por favor. Es de vital importancia.
- Yo no creí que estuviera haciendo nada malo, lo prometo. Además de saltar la valla del cementerio, por supuesto. Al ser la primera noche en casa, pensando en todo lo que tenía que hacer al día siguiente y en el cementerio, y sin una cama decente, no podía dormir. Entonces escuché voces del cementerio. ¡No veas el brinco que pegué! Si me ven me llevan a las olimpiadas, te lo juro. Estaba taquicárdica perdida y mira, todavía se me pone la piel de gallina cada vez que lo recuerdo. ¡Uf, qué apuro!. Eso hasta que caí en la cuenta de que los muertos no hablan. Entonces se me pasaron todos los males y me puse a aguzar el oído. Decían que iban a dejar no sé qué en una tumba y que se reunirían allí mañana. Cuando se fueron fue cuando bajé a registrar las tumbas.
- ¿Y no se te ocurrió decirle nada a la policía?
- ¡Pues claro! ¿Pero qué se supone que iba a decir? Señor poli, señor poli, hay unos hombres muy malos que se reúnen en los cementerios. ¡Nadie me creería! Total, que sí, que fui al cementerio. Eché mis cálculos y pensé que con registrar las tres primeras filas de lápidas sobraba. Además, habían dicho que era un matrimonio y, obviamente, no iban a dejar unas flores que se marchitan y que alguien puede quitar. Estaba ya desesperándome un poco cuando encontré encima de una de las lápidas de un matrimonio un marquito con un cuadro, de estos hechos con flores prensadas, bastante viejo y descolorido, por cierto. Bueno, lo cogí para hacerle unas pruebas en el laboratorio. Reconozco que me emocioné demasiado, me entró complejo de Sherlock Holmes y se me fue la olla. Ayer me llevé el cuadrito al trabajo y le hice toda clase de pruebas, pero estaba más limpio que un quirófano antes de operar. En esto que ya lo iba a devolver y a olvidarme de todo, cuando me encontré con una nota claramente dirigida a mí. Es esta – le doy la nota en cuestión - Como podrás imaginar yo ya no me podía olvidar del asunto. Así que me la llevé corriendo al laboratorio, y adivina… ¡hay una huella! Por eso he venido, una huella es algo más que un marquito cutre. Pensaba que a lo mejor con esto tenía alguna posibilidad de que alguien me escuchara. Así que hoy no voy a trabajar y he venido aquí con la mejor de mis intenciones pero…
- Ya, pero seguía pareciendo estúpido.
- Sí, y entonces es cuando te he tirado el café
- ¿Te das cuenta de lo que has hecho? - ¿qué?¿qué es lo que he hecho? Vamos, no puede ser para tanto, me está vacilando.- Has puesto en riesgo una operación de meses. ¿Sabes por qué quise ir a vivir a esa casa? Como podrás entender no es por casualidad. Eso sí, encontrar tu anuncio fue una suerte.
- ¡Claro, y si a mí me pegan un tiro no pasa nada! ¿No se supone que la poli trabaja para que estemos todos más seguros?
- No te iba a pasar nada, o no te pasaría si no hicieras estúpidas excursiones nocturnas. De eso se cuidan mucho, créeme, no les interesa tener cargos por asesinato, y menos de alguien que no representa en principio ningún peligro. Claro, que quién iba a imaginar que te pondrías a jugar a los detectives a las pocas horas de mudarnos… Espero que te des cuenta del peligro al que te has expuesto.
- Sí, ya, pero mira, tengo una huella, tal vez os sirva de algo y el riesgo ha merecido la pena.
- ¿Merecer la pena? Creo que no has entendido nada. ¡Te podían haber matado, o secuestrado, o yo qué sé! Anda, trae la nota. ¿Y dices que has encontrado algo?- ahora se queda mirando la nota, perfecto, igual se bloquea como un ordenador y puedo escapar de aquí.- Qué raro, suelen ser muy cuidadosos.- Vaya, pues no ha podido ser.
Coge la huella y la escanea. Ahora empieza a hacer un montón de “clicks” con el ratón. Sonríe, luego algo debo de haber encontrado. ¡Anda, está girando la pantalla!
- Mira quién es tu peligroso delincuente mafioso – dice divertido.
- ¿Tú? Te estás quedando conmigo.
¡No - me - lo - puedo – creer! O sea, que los malos no se habían dado cuenta de nada y mi vida no ha corrido ni el más mínimo peligro. Éste me las va a pagar.
- Buen trabajo, realmente pensé que no había dejado rastro.
- Ya bueno, es papel, así que con tocarlo una vez ya… Oye, no me cambies de tema. Me podías haber dicho desde el principio quién eras y que devolviera el cuadro, o simplemente impedir que bajara y nos habríamos ahorrado todo esto.
- Ya, pero ninguno de los dos nos lo habríamos pasado ni la mitad de bien que esto, ¿verdad?
- Tsk, alucino contigo.
- Bueno, así te sirve de lección. Primero: deberías tener cuidado con el piso en el que vas a vivir y con quién. Esa confianza tuya te matará algún día. Segundo: ya no volverás a inmiscuirte en asuntos que no son de tu incumbencia.
- Ya, bueno, pero me lo podías haber dicho antes de hacer el idiota o meterme en algún lío de verdad.
- Venga, venga. Si te iba a dejar que vinieras mañana…
- ¿Mañana? ¡¿Al cementerio?!
- Claro, ¿adónde si no?