miércoles, 30 de mayo de 2018

Nihil novum


Pues sí, nos hemos acostumbrado. Nos hemos acostumbrado a tener ladrones por patrones, a sostener a todos los tuertos mientras ajustamos las vendas que nos cubren los ojos, a mirar el dedo en lugar de las mareas de plata que fluyen hacia aguas internacionales.

Nos hemos acostumbrado a mirar con recelo, a ver “al otro”, a creer que todo es normal, merecido, ineludible. Nos hemos acostumbrado a que nos impongan la paz y la palabra (casta y castellana). Nos hemos acostumbrado a ser nosotros también “el otro”, a una guerra tácita, al “conmigo o contra mí”, sin pensar que la respuesta a veces es “juntos, contra ellos”.

Nos hemos acostumbrado a mirar, observar, esperar, temblar y callar. Nos hemos acostumbrado a secar las lágrimas de antiguas emociones y devorar una prensa cargada de bombas que no estallan pero nos carcomen, a esperar con miedo las nuevas que el alba ha de traer y aquellas que nunca han de llegar.

Nos hemos acostumbrado, en fin, a calzarnos la armadura para no librar batalla.

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