Odio el despertador, simplemente lo odio, lo tiraría por la ventana si no fuera porque podría dar a algún peatón que lo odie tanto como yo, y no es cuestión de llevarse una denuncia de tan buena mañana. Arg, un día sin dormir y mira lo que pasa; que, cuando por fin lo consigues, te levantas con dolor de cabeza y sin saber casi ni andar.
Ayer fue un día productivo. Sí, señor. Por la mañana estuve haciendo unos análisis sobre no sé qué pastillas para adelgazar. Mis únicas conclusiones al respecto fueron que no van a matar a nadie ni aunque se inyectara todo un bote en vena, que son un timo redomado (pero claro, eso los de arriba ya lo saben), que se venderán como rosquillas en cuanto llegue el verano, y que yo no voy a ver ni dos duros de toda la pasta que gane la empresa.
Lo cierto es que no presté mucha atención, ya que mi cabeza estaba junto al marquito con flores que había encontrado esa noche. No veía el momento de sacarlo y someterlo a todas las pruebas posibles... ¡me sentía como Sherlock Holmes! Por fin, a las tres, cuando todo el mundo se había ido ya a comer, pude dedicarme a hacer de las mías. Busqué huellas dactilares, restos de materiales con los que averiguar su procedencia, identifiqué las flores,... nada. No había ninguna huella ni material que me pudiera dar una pista de quiénes eran aquellas personas ni lo que hacían a altas horas de la noche en un cementerio. La madera del cuadro era normal. Vamos, de las que se usan en cualquier chino hoy en día. Las flores, simples flores silvestres de las que crecen por todas partes en primavera. Esta parte fue realmente decepcionante. Claro, quién me mandaba a mí meter las narices en esto, lo mejor habría sido dejar las cosas como estaban y devolver el cuadro al camposanto.
El caso es que yo ya había decidido devolver el cuadro a la tumba correspondiente y, como se suele decir, ¡a otra cosa, mariposa! Juro y perjuro que ésa y no otra era mi intención. Lo que pasa es que al volver al cementerio a dejar el cuadro me encontré con que alguien había dejado una nota que no dejaba lugar a dudas: “Métete en tus asuntos o lo lamentarás”. Me dio un vuelco el corazón, aquello era demasiado fuerte. Me puse frenética. Dejé el cuadro y lo reemplacé por la nota. Volví corriendo al laboratorio y sometí a la nota a las mismas pruebas que el cuadro. Estuve una media hora haciendo un estudio detallado de cada letra antes de pasar a la acción. Ya pensaba que esta vez tampoco obtendría nada más cuando ¡eureka, una huella! No es que me sirviera de mucho sin una base de datos, pero la escaneé, la amplié y la imprimí. Eso me recuerda por qué me he levantado tan temprano: tengo que ir a la comisaría.
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