jueves, 10 de mayo de 2012

La caída de Ícaro


Plumas, plumas, cuerpo. Se había preocupado sólo de subir y subir hacia lo que, según decían, era el bien, la felicidad. Siempre mirando hacia arriba, aspirando a llegar al Sol, ni por un momento se le ocurrió volverse para ver las maravillas que se mostraban bajo él. Se había quedado tan maravillado por los dorados rayos que besaban suavemente su piel, que había decidido que sólo podría ser feliz si alcanzaba al mayor de todos los astros y lo conquistaba, fundiéndose con su calor. ¿Y todo para qué? ¿Qué quedaría de él? Nada, sólo plumas, plumas, aire.

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