domingo, 30 de abril de 2017

Enciclopedia de seres extraños: philologi

De todas la especies humanas, quizás sean los pertenecientes a la familia de los philologi los más traicioneros. Classicus, hispanicus, germanicus,... todos ellos criaturas de aviesa sonrisa que proclaman un desmesurado amor por la palabra. Pero el nombre no es sino una máscara tras la que se oculta una naturaleza tan oscura como hipnotizante, con esa belleza que sólo los complejos mecanismos que giran milagrosamente acompasados pueden proporcionar.

Los exploradores más valientes pueden ocultarse en la maleza para espiar a estos seres, canallas e inquietos; siempre, claro, tomando las debidas precauciones para no asustarlos. Asomándonos así, despacio, a sus guaridas, podemos verlos inclinados sobre sus abarrotados escritorios, moviendo sus patas con rapidez y precisión, tomando palabras de aquí y allá, convirtiendo sus madrigueras en auténticos laboratorios. Cada pensamiento, cada idea que ha tenido la desgracia de caer en las zarpas de estos verbívoros es exprimido, diseccionado y reducido a su mínima expresión, despojado de todo significado para luego volver a ser re-unido en nuevos seres aberrantes que miran con ojos avergonzados y temblorosos a las futuras víctimas, aún parte de lo que han sido, reflejo de lo que no volverán a ser.

Hay, entre todas estas especies, unos especímenes que actúan con especial vileza. Carroñeros, nobles extravagantes “amantes” de criaturas ya extintas que gustan de devorar. Acostumbran a reunirse en pequeños grupos y engullir, como los más primitivos predadores, el tuétano de las palabras. Sus hambrientas sienes no se satisfacen con ingenuos juegos combinatorios, sino que van directamente al corazón de la genética. Deshacen entre risas las espirales de ADN de cuantas lenguas pueden - ¡algunas, serán criminales, todavía berreantes como recién nacidos! - y las combinan, buscando en su locura rastros de un pasado del que se quieren apropiar, un pasado que no ha de volver.


Así son los philologi, los amantes de la razón y la palabra, los carniceros cirujanos del pensamiento. Así son. Cuídate, inocente explorador, de quien te ame como un philologo a sus palabras.

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