martes, 11 de abril de 2017

Pero no eres Ítaca

¿Me esperabas? Probablemente no. Sin embargo, aquí estoy, espectadora y víctima de tu agonía. Podría decir que mi camino hasta ti ha sido como el regreso de Odiseo a su añorada Ítaca  - aunque más de uno coincidirá en que tan añorada no sería, en que todos aquellos años estuvieron llenos de excusas, de viajes dirigidos por los impulsos y el azar, de espirales que lo arrastrarían donde se acaba el mar…porque también el mar se acaba.

Podría decirlo, y mentiría. Podría decir que aquí, precisamente aquí, entre estas paredes, sostenidas por el polvo acumulado con el paso de los años, aquí se encuentra mi Ítaca. Podría dedicarte poemas - ¡millones, trillones, googols de versos sólo para ti! – pero serían poemas dedicados a la sombra de algo que todavía no es, que nunca llegará a ser.

Te miro, te admiro, me admiro. Soy como esos hombres (porque estos terrenos no eran cosa de mujeres) que llegaban ante la Gorgona, la mortal, y quedaban para siempre inmóviles, presos de su encantamiento - encanto, canto, carmina. Mis manos sujetan indecisas mi arma congeladora del tiempo, mis pies permanecen inmóviles, mis ojos no pueden apartarse de ti que caminas, observándome, clavando en mí tu angustiada y angustiosa mirada, atrapándome en ella al tiempo que pareces ser sólo para mí en este instante que reviviré una y otra vez, que me perseguirá en mis fantasías, en mis pesadillas, mis ensueños. En cada espejo al que me asome, allí estarás, acechante y protectora.

Acechante, protectora… y herida. La eterna sacrificada. La eterna donante de sangre que devuelve a la tierra lo que le hemos arrebatado a golpe de “progreso”. Tuya es la sangre que mana de la hybris del hombre - no del singular anér, sino del plural ánthropos, con persona o sin ella -, aunque lejos quedan ya los héroes que en ti se refugiaron, y las batallas libradas espada en mano. Ahora las batallas son múltiples y las armas cobardes. Tuya es la sangre del pecado que debes expiar con tu sufrimiento. Tuya, de tus tres cabezas, porque un único animal no bastaba para el sacrificio, porque todas las fuerzas ctónicas se deben a esta misión, todas ellas deben volver a la Madre. Tu sacrificio, vuestro sacrificio, será lo que nos salve, aunque  la Historia se empeñe en recordar a otros sacrificados, relegándote al triste altar en el que te alzas hoy.

Hoy no me esperabas. Es demasiado pronto, o demasiado tarde. Quizás un oráculo te aseguró que los cíclopes habían acabado conmigo, o que mi barco había arribado a orillas más seguras. Hoy no me esperabas, pero estás en el camino a Ítaca, pero no eres Ítaca. Eres más bien uno de esos comedores de loto, ofreciéndome un fruto que me haga olvidar el hogar, la promesa de un presente siempre feliz. Un presente feliz… un presente sin futuro. Me desafías, con ese gesto indescriptible, me das a probar un pétalo, uno solo, necesitas que siga navegando.

La próxima vez no serás tan benevolente. La próxima vez no desaparecerá el hechizo. Mi máquina no podrá detener este instante para volverlo eterno e inocuo. La próxima vez mis pies no se moverán. Permaneceré para siempre estante, contemplando los sueños jamás cumplidos, a ti, herida de muerte, agonizante quimera.

Quimera de Arezzo
Palazzo Vecchio, Firenze





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