Es primavera y caen las hojas. Es primavera y los árboles son
polvo. El asfalto, ceniza; el aire, veneno. La primavera ha llegado, eso
anuncian los medios, eso marca el calendario.
El verano es rojo, incandescente, cruel. No hay piedad para los
débiles, compasión para los desamparados, gracia para los desdichados. Rojo es,
como el cruel chacal, como el líquido de vida y muerte, como la granada es roja.
Amarillo, marrón, la guadaña cosechando la vida que se le debe.
Hace mucho que esta vida desapareció de los campos, yermos, secos, estériles.
No, hoy se paga con otra moneda. Marte, de nuevo, abandona los campos y se
sacia de hombres.
Luego: silencio. Silencio azul, mortecino… seco. Como en un
desierto, espejismos de nubes aparecen a lo lejos avanzando, de puntillas, sin
ruido, sin sombra. Silencio maldito, miradas al cielo. Nada cae, Tinia, el dios
de los tres rayos, ¿dónde estás?
El calendario lo marca, lo anuncian los medios, ha llegado la
primavera. Veneno es el aire, ceniza el asfalto, polvo los árboles: es
primavera. Caen las hojas en primavera.
La granada, la muerte y la vida, el chacal… rojo. La desdicha
agraciada, el desamparo compasivo, la débil piedad. Cruel, incandescente, es el
rojo del verano.
No hay hombres en los campos, solo Marte. Con monedas pagan otra
vida, una no-vida. Infértiles, deshidratados, desiertos, los campos muertos.
Deuda seminal, la guadaña torna el oro negro.
Muerto está Dios, uno, todos. El cielo observa; maldito silencio.
Las sombras, los ruidos, las nubes: espejismos. Seco, mortal, mudo, azul.
Silencio.
Es primavera.
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