E non ti servirà il ricordo. Hace diez días, diez años, diez siglos que suena,
incesante, a 45 revoluciones por minuto, el vals, ese vals, el único vals que
supo bailar. En compás de un, dos, tres por cuatro se mueve entre antiguas madejas
pasadas, con hilos danzantes, temblantes, al son del silencio.
Non
ti servirà più a niente, tararea
mientras se recoge el cabello, que ha olvidado su color original, que fue el
primero en comprender que el tiempo y el tempo se ha detenido, perdido en unas
aguas cada vez más y más profundas, oscuras, que han dejado de fluir,
estancadas en una ciénaga de nula visibilidad, filtrándose por ese fondo que
parecía sólido, poco a poco, gota a gota, recuerdo a recuerdo, hasta
desaparecer.
Mientras tanto, carica d’anni e di castità, vive la vida que vivió, la misma desde
hace diez días, diez años, diez siglos. A veces, en esos silencios que
inundan cada centímetro cuadrado, a veces, llama a sus hijos, entre llantos
desconsolados, a aquellos hijos que nunca acuden. A veces, sólo a veces, se da
cuenta de que nunca existieron, y llora aún más desconsoladamente. A veces, en
los días lúcidos, estalla en carcajadas
ante las oraciones coleccionadas a lo largo de los días, los años, los siglos, en
forma de estampitas. Las recita a gritos blasfemando entre verso y verso, como
en una especie de rebeldía final a la espera de que el torbellino formado por
esa fuga descontrolada de días, años, siglos dé paso al arranque y fin de los
tiempos, del tempo, de su tiempo, che
vola e va.
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