Ssssssh,
silencio. Estáis haciendo demasiado ruido. ¿Qué
hacéis aquí, os habéis perdido? Ah, no, veo que llevas tu uniforme en
la mano.
¿Ves a
aquella muchacha? Lleva semanas deambulando por los pasillos repitiendo los
postulados de Euclides, siempre los mismos, como un mantra. Solo se detiene ante el
agotamiento, la comida y el término paralelas.
Una vez le pregunté si no sería más agradable caminar en círculos por el jardín
en lugar de recorrer siempre las mismas baldosas dispuestas en fila. La única
respuesta que obtuve fue…
¡No, no, no!
¡No te levantes! Suele dar esos golpes, pero no es violento. ¿Ves? Ya ha
vuelto a su silencio. Pasa las horas buceando en unos enormes diccionarios de
términos políticos, jurando en arameo, gritando que todo son cuentos chinos y
que él sabe latín y nadie lo va a engañar tan fácilmente.
¿Ese otro?
Pasa las horas así. Cuando entró se sentó en esa gran mesa, abrió un libro, respiró
hondo como para coger carrerilla y así se quedó, petrificado, como si no se
atreviera a volver a bajar la mirada. Le hemos cambiado el ejemplar varias
veces, así, por probar, pero ni se ha inmutado.
Aquellas dos
ingresaron juntas y recitan a versos alternos la Divina Comedia, quién sabe por
qué. Creo haber oído que las soltarán en una semana, pero no podré verlo. Yo me
iré mañana, ¿sabéis? Todavía veo mosaicos antraquinónicos, pero no es grave, me han dicho que en unos días habré recuperado la normalidad. Y me gustaría no volver, pero algo me dice que nos veremos
en unos meses…
No hay comentarios:
Publicar un comentario