martes, 25 de junio de 2019

Ducha in memoriam


Agua.
Tiempo marcado por las gotas que
se escurren,
           que caen,
                     que se arrojan 
                                         desde la punta de los
                                                                              dedos.
Columnas de un vapor que es la vida
            que se aspira,
se inspira,
                                                            se espira.
Respira el humo enredado entre los cabellos de sinapsis,
los meandros de amargura entre las carnes.
Memoria del árbol fulminado que deja sus frutos en esta
tierra que llora,
que es la suya,
que es la única.



martes, 4 de junio de 2019

Atardecer en la facultad

Las nubes bailan entre los adoquines, los edificios se contonean en un compás aún desconocido para el ser humano. El cielo se ha teñido de amarillo, de rojo, de luz; el aire se ha llenado de ozono. El temporal no es ya cruel, ni frío; no moja, es solo recuerdo, inofensivo, inocuo, inexistente.

El ocaso se lleva volando las montañas condensadas, que cruzan sin atravesar las altas torres, seña, perfil y fachada de la ciudad que nunca fue, de la ruina que se comió los mármoles, del vacío que esculpió la pobreza.

Las voces que hace poco se oían persiguiéndose de esquina en esquina se han apagado, de golpe. Queda, pesado como el plomo, el batir de mis dedos sobre el teclado, pasos de un elefante que vaga perdido en sus recuerdos.

Melodías de una tierra que es mía, que no lo es, que nunca vi y siempre escuché agitan las alas de mi espina dorsal, me toman de una cintura nacida con el desaparecer de la carne, con la muerte del tiempo, con la agonía de la fuerza.

Fuera todavía se oyen, sin descanso, los tambores de una ciudad que duerme mecida entre caballos y banderas.