domingo, 4 de agosto de 2019

Mattina


El día comienza con un chasquido, y luego otro, y luego otro. Miles de fosas nasales aspirando el olor del primer café.

El suave sonido de las zapatillas que se arrastran acaricia el lóbulo de la oreja mientras se deja caer delicadamente en el tímpano, tras recorrer una a una las olas de sus confines cartilaginosos.

El sol aún no quema. Desde la ventana, y sin orden judicial, entra la brisa, allanadora de moradas.  El nuevo día trae consigo un nuevo aire, un nuevo oxígeno que llenará los pulmones de vida gaseosa.

Allá fuera, los estorninos vuelan, dos gatos mantienen su primera pelea de la jornada, el camión se lleva la inmundicia pasada.

Aquí, en el refugio de azulejo, bebo a sorbos la calma humeante de la taza.  

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