sábado, 18 de enero de 2020

1. Sin Voz


Jamás llegará a entender por qué, ni será consciente del cómo, algo en el centro mismo de su ser se ha desgarrado... se han acabado las palabras. Abre la boca, y cuanto de ella escapa es una respiración jadeante, un esfuerzo mudo por recuperarse, una especie de arcada silenciosa. De nada sirve. Las palabras se agolpan en su garganta, amoratando su cara por asfixia. Intenta gritar, se tiene que sentar; lo intenta de nuevo con susurros, se va a desmayar. No hay palabras, o hay demasiadas.
Es hora de marcharse. Ni una conversación más, ni un minuto más de ahogado silencio. El concurrido transporte le otorga una protección de anonimato gris, triste, monótono. Pocos lugares otorgan un refugio mejor blindado que una multitud. Sorteando fantasmas llega hasta el vagón y comienza el asedio de los sitios que pueden quedar libres, uno de los espectáculos más frecuentes y absurdos que la capital puede ofrecer a una joven víctima de afasia.

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