lunes, 13 de febrero de 2017

La página en blanco

La página en blanco, el gran desafío. La dichosa página en blanco que me mira con aires de cowboy de Western. “Este mundo es demasiado pequeño para las dos, forastera”, parece decir. La página en blanco, un cuervo albino dispuesto a sacarme hasta las entrañas antes de convertirse en un río de sangre negra.

Y yo, la cazadora, sin balas, sin un proyectil con el que herir a mi adversaria. El tambor del revólver vacío, el carcaj sin flechas. Las pistolas rotas, los arcos reventados. La solución es fácil, tan fácil como poner un garabato, como apuñalar la vil ave, degollar al duelista.

Pero es inútil. Hacer desaparecer la página blanca sería como hacerme desaparecer a mí misma, un suicidio metafórico, un salto desde lo alto del precipicio. Porque la página en blanco no es otra cosa que el pálido reflejo de mi mente, vacua, despojada de cualquier pensamiento.  Un vacío silencioso y pesado que apaga mis sentidos.

No siempre fue así, no. Recuerdo los colores, las palabras, el corazón que se aceleraba...lo recuerdo todo. Recuerdo un tiempo en que la vida se regía por versos de todas las métricas y rimas, por aventuras más allá de la imaginación, por mundos abstractos en los que sólo importaba respirar y los saltos al vacío significaban la libertad.


Ahora ya no hay versos que canten por mí, ni mundos a los que escabullirse. La realidad es plana y lógica, y los saltos al abismo no significan sino la muerte. Todo el color ha quedado atrás, impera la página en blanco, la pesadez, el silencio...

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