sábado, 24 de junio de 2017

Damnatio memoriae

Ven. Aquí, sí. Aquí está bien… Un pasito más… Toma, coge mi mano. No tengas miedo, no te dejaré caer. ¡Alto! Quítate la venda, vamos. ¿Qué te parece? Bonito, ¿verdad? Fíjate - ¡mira! – el mar parece ahora más infinito que nunca. Aspira su aroma, déjate transformar en alga, en pez, en corriente.

¿Tiemblas? Ten, toma mi abrigo. ¿Has visto las estrellas? Cómo tintinean... es como si nos estuvieran mandando mensajes. ¿Qué crees tú que dirán? El eco de sus luces resuena con fuerza en las aguas ondulantes. El eco… el recuerdo de lo que fueron. Porque ya no están ahí, ¿sabes? Muchas de estas estrellas hace tiempo que desaparecieron. Hasta nosotros sólo llega su recuerdo, su testamento silencioso.

¡Cielos, sigues temblando! Mira mejor hacia esa luz. Allí, allí, ¿lo ves? Es el faro. El faro protector, el faro que nos avisa de los escollos a los que nunca debemos acerarnos. Esta fría luz que nos protege pidiéndonos que nos alejemos de ella. Da qué pensar, ¿no te parece?

Una vez estuvimos allí, junto al faro, en tierra firme. No era el mundo el que se tambaleaba, como ahora, sino las pequeñas barcas que se perdían en el horizonte. Estábamos vivos entonces, éramos la fuerza propia de la naturaleza. Las manos hundidas en la tierra, el aire danzando entre nosotros, el fuego en las entrañas que intentábamos salvar bebiendo cada vez más besos  - vivamus: bibamus atque amemus.

Ahora tiemblo también yo. No volveremos a esas playas. No volveremos a pisar tierra. El mástil está roto, las velas desgarradas. Tú me has arrastrado hasta aquí, hasta el horizonte de las barcas tambaleantes. Hemos soñado, siempre soñado, hemos caminado en un estado de sonambulismo del que hemos despertado, y al que no podemos volver; la realidad nos ha alcanzado. Nos hemos perdido, la brújula da vueltas, indicando lo igualmente equivocados que son todos los caminos posibles – porque si no sabes adónde vas, poco importa el camino: nunca encontrarás su final.

Pero tú has llegado. Tu camino se acaba aquí, en esta barca, en esta tabla. Respira, llena tus pulmones con el aroma del agua, que será ahora tu hogar. Pisarás tierra, otra tierra. Verás el cielo a través de un elemento más denso que el aire que ahora te rodea. Serás mañana como las estrellas, un eco de silencio. Y entonces, en medio de ese estruendoso silencio, dejarás de ser. Yo seguiré a la deriva, donde me has dejado, cantando junto a las sirenas, danzando para dioses ciegos y sordos a los deseos mortales. Pero ya no habrá un tú; nunca más volverá a haber un tú. El yo permanece en la barca, el tú desaparece ahora, aquí, al final de esta tabla. 


Tema propuesto por Eduardo: canción "There will never be another you", de Chet Baker

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