Ven.
Aquí, sí. Aquí está bien… Un pasito más… Toma, coge mi mano. No tengas miedo,
no te dejaré caer. ¡Alto! Quítate la venda, vamos. ¿Qué te parece? Bonito,
¿verdad? Fíjate - ¡mira! – el mar parece ahora más infinito que nunca. Aspira
su aroma, déjate transformar en alga, en pez, en corriente.
¿Tiemblas?
Ten, toma mi abrigo. ¿Has visto las estrellas? Cómo tintinean... es como si nos
estuvieran mandando mensajes. ¿Qué crees tú que dirán? El eco de sus luces
resuena con fuerza en las aguas ondulantes. El eco… el recuerdo de lo que
fueron. Porque ya no están ahí, ¿sabes? Muchas de estas estrellas hace tiempo
que desaparecieron. Hasta nosotros sólo llega su recuerdo, su testamento
silencioso.
¡Cielos,
sigues temblando! Mira mejor hacia esa luz. Allí, allí, ¿lo ves? Es el faro. El
faro protector, el faro que nos avisa de los escollos a los que nunca debemos
acerarnos. Esta fría luz que nos protege pidiéndonos que nos alejemos de ella. Da
qué pensar, ¿no te parece?
Una
vez estuvimos allí, junto al faro, en tierra firme. No era el mundo el que se
tambaleaba, como ahora, sino las pequeñas barcas que se perdían en el
horizonte. Estábamos vivos entonces, éramos la fuerza propia de la naturaleza. Las
manos hundidas en la tierra, el aire danzando entre nosotros, el fuego en las
entrañas que intentábamos salvar bebiendo cada vez más besos - vivamus:
bibamus atque amemus.
Ahora
tiemblo también yo. No volveremos a esas playas. No volveremos a pisar tierra.
El mástil está roto, las velas desgarradas. Tú me has arrastrado hasta aquí,
hasta el horizonte de las barcas tambaleantes. Hemos soñado, siempre soñado,
hemos caminado en un estado de sonambulismo del que hemos despertado, y al que
no podemos volver; la realidad nos ha alcanzado. Nos hemos perdido, la brújula
da vueltas, indicando lo igualmente equivocados que son todos los caminos posibles
– porque si no sabes adónde vas, poco importa el camino: nunca encontrarás su
final.
Pero
tú has llegado. Tu camino se acaba aquí, en esta barca, en esta tabla. Respira,
llena tus pulmones con el aroma del agua, que será ahora tu hogar. Pisarás
tierra, otra tierra. Verás el cielo a través de un elemento más denso que el
aire que ahora te rodea. Serás mañana como las estrellas, un eco de silencio. Y
entonces, en medio de ese estruendoso silencio, dejarás de ser. Yo seguiré a la
deriva, donde me has dejado, cantando junto a las sirenas, danzando para dioses
ciegos y sordos a los deseos mortales. Pero ya no habrá un tú; nunca más
volverá a haber un tú. El yo permanece en la barca, el tú desaparece ahora,
aquí, al final de esta tabla.
Tema propuesto por Eduardo: canción "There will never be another you", de Chet Baker
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