sábado, 9 de diciembre de 2017

Orión

“Central, aquí unidad 93B. Solicito respuesta. Central, ¿me reciben?” “Hola, unidad 93B. Por favor, envíe su localización. - click - Gracias. Una nave de salvamento llegará en 200 días. Por favor, no apague su rastreador.”
Miro el contador de tiempo: han pasado 247 días terrestres desde que contacté por primera vez con la Central Aeroespacial. Siempre el mismo mensaje, siempre la misma estimación. Empiezo a pensar que la central ya no existe, que la Tierra ha sucumbido al fin, que recibo un mensaje grabado, tan perdido en el espacio como yo.
247 días de rigurosa casi-inactividad. Paso las noches, más cortas a medida que el sueño se vuelve más largo, buscando Orión. Allá en el planeta base, en la pálida y acaparadora Gaia, todo hablaba de Orión. El cazador y el perro se infiltraban en las conversaciones de la misma manera que exploraban los bosques. En cada historia, cada película, cada canción, cada poema, el puñetero Orión era la aguja que señalaba al norte espacio-emocional. El maldito cazador nos llevaba de rebaño pastoreado por el Can Mayor.
Pero aquí no existen películas, ni canciones, ni poemas. No recuerdo ninguna de estas cosas. A veces, en las largas horas de sueño que constituyen el intervalo entre llamada de auxilio y llamada de auxilio, me parece recordar algo, lejano y difuso. Me parece intuir algo entre la niebla del inconsciente, que huye entre sombras, que se resbala entre los dedos de lo onírico, y desaparece definitivamente con el despertar. El vacío y la desolación son absolutos.
Pero hay algo peor, mucho peor que las historias que escapan a mis axones. No han sido pocas las veces en que me he encontrado buscando al arquero sin encontrarlo, intuyéndolo entre las estrellas, que se desdoblan, se desdibujan, parpadean todas a la vez. Miro sin ver, observo sin comprender. No puedo, me agito, el aliento se corta, siento el corazón bombeando con fuerza, parece a punto de estallar dentro del traje espacial.

Orión… Maldito Orión… Puto Orión de mierda. Todas las canciones hablan de Orión, pero se olvidan de que Orión no existe cuando te encuentras en mitad del vacío espacial. No existe: el cazador es un espejismo. Aquí no hay norte ni sur, arriba o abajo… lo único que se ve es la nada. La amplia y vasta nada, que engulle a cualquier astronauta que caiga en sus redes, que esperará siempre un rescate que llegará en 200 días. 

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