¡No
consientas que traspasen el umbral! ¡Y mi marido con ellos, no permitas que
vuelva a esta casa! Tú, hija del Tronante, dame la espada con la que emularé al
loco Áyax. ¡Si ha de volver el dolor, que sea el último! Baja, portadora de la
égida, y permíteme mirar las pupilas de la Gorgona.
AFRODITA ¿Qué son
esos lamentos? ¡Oh, Tritogenia! ¿Dónde está esa desdichada?
ATENEA Allí
abajo, en Ítaca.
AFRODITA ¿Allí? No hay más que hombres.
ATENEA Es el
palacio de Odiseo.
AFRODITA ¿El ingenioso
extraviado?
ATENEA El
mismo. Su esposa todavía lo espera en la isla, no ha salido del palacio.
AFRODITA ¿Sola?
ATENEA Recluida
entre esos muros desde que los guerreros marcharon a Troya, hace veinte años que escucho sus llantos.
AFRODITA Y mientras el guerrero saltando entre islas, ¿gobierna ella?
ATENEA Bien
sabes que no; es su vástago quien ordena. También él la ha abandonado siguiendo
los pasos del padre, perdiéndose entre la seductora espuma que te dio la vida.
AFRODITA Podría desposar
a alguno de esos hombres, volver a ser reina.
ATENEA No es
reina si no puede gobernar.
AFRODITA Podríamos
liberarla, que huya de esta isla maldita...
ATENEA Ella es
la isla, inmutable. Odiseo es el mar que viaja, cambia, envejece. Ella se debe
a la tierra, a los campos; vive en ellos, germina con ellos; siempre permanece,
con cada primavera rejuvenece. Ya liberamos a Helena...
AFRODITA ¡También
ella era mar! ¡Nosotras somos el mar! Somos sus olas, su espuma…
ATENEA Y a la
marea se unirá si no ponemos remedio. Pero no puede abandonar la isla, Cipris,
los dioses no lo permiten.
AFRODITA ¿Qué
hacer, entonces?
ATENEA Ven, te la mostraré.
AFRODITA ¿Es aquélla?
ATENEA Sí.
AFRODITA ¡Qué
pálida está! Parece una estatua.
ATENEA Sus ojos
son ya de vidrio y sus manos se han endurecido en el telar, Medusa de cabellos
de lana.
AFRODITA ¿Y qué
teje con tanto tesón?
ATENEA Una red,
su propia trampa. Dicen que cuando cese su labor escogerá nuevo marido, nuevo amo,
nuevo marinero. Una nueva semilla nacerá de sus todavía fértiles campos. Condenada a no ser nunca su propio presente, a ser siempre el pasado de un héroe partido a
una guerra mezquina.
AFRODITA Pero
teje deprisa y nadie ocupa aún el trono.
ATENEA No, deshace
su tapiz cada noche.
AFRODITA ¿Cada
noche?
ATENEA Así es.
Fíjate bien: cada día teje un nuevo tapiz con una nueva escena. Su cuerpo es la
isla, pero su mente es la brisa que surca los océanos. Con cada amanecer
emprende un nuevo viaje, cada ocaso sus manos deshacen el camino.
AFRODITA Y
entonces aúlla, como ahora...
ATENEA Entonces
recuerda.
AFRODITA ¿Y
cuando teje, no recuerda?
ATENEA Cuando
teje viaja; deja la isla, la tierra, las raíces que oscurecen bajo el suelo
devoradas por gusanos. Deja su cuerpo para volar, olvida que recuerda.
AFRODITA ¿Y
podría olvidar para siempre?
ATENEA Mejor: podría
ser brisa para siempre, tejer su propio presente.
AFRODITA ¿Cómo?
El telar es pequeño y los hilos están a punto de romperse.
ATENEA Por eso
te he llamado. Dame uno de tus largos cabellos enredados entre agujas.
AFRODITA Ya veo
lo que tramas, guerrera de mil encantos. Ten dos, serán más fuertes.
ATENEA Entonces
añadiré yo dos más. Dame también una aguja de las tuyas, haremos con ella la
madeja que sustituirá sus viejos hilos. Sea
para ella la nave que ansía. Debemos marcharnos, el viejo navegante no está
lejos y debo guiarlo hasta su antiguo hogar.
AFRODITA ¿Qué
ocurrirá cuando arribe?
ATENEA Ninguna
Penélope vivirá ya sobre esta isla...